La comparsa de Andaluces, como todos conocemos, se funda en el año 1923. Y debemos resaltar que, ya desde el pri­mer año, se representa un acto que, con el nombre de Contrabando, ha lle­gado a nuestros días, no sin pasar por distintas épocas tanto de apogeo como, incluso, de supresión. Dicho acto mar­có de tal modo la comparsa que, ya desde el principio, y a pesar de que nuestro nombre oficial fuera el de An­daluces, el pueblo de Villena pasó a lla­marnos comparsa de Contrabandistas, denominación esta que, en los mo­mentos actuales, tiene más resonancia que la oficial.

El sentido del espectáculo era representar un simulacro de pasar una mercancía o alijo sin que éste fuese declarado en aduana, es decir, «de contrabando».

Puestos en la faena, los contrabandistas son sorprendidos por un centinela en puesto avanzado. Metidos en este aprieto, el capitán de la partida procede a sobornar al centinela. Conseguido lo cual, el centinela permite el paso a los contrabandistas con toda su carga. Acto seguido, el puesto de aduanas detecta el paso de la caravana y la intercepta; tras un requerimiento de alto el paso y un parlamento, se inicia una lucha con disparos de arcabuz con el fin de defender la mercancía. Como quiera que la alarma es cada vez mayor, el capitán contrabandista, ante la posibilidad de que la carga se pierda a favor de los guardias aduaneros, da la orden de que ésta sea tirada y repartida entre la población, antes de permitir que les sea confiscada.

El recorrido, el día y la hora de celebración del acto del contrabando fueron modificados en diversas ocasiones. Veamos, a continuación, las distintas etapas de este acto a lo largo de su existencia:

  •  1ª etapa: 1923-1935: En principio, se celebra el día 7 a las 5 de la tarde; y luego se pasa a las 7:30 horas (después de la corrida de toros). Se comienza a la altura del «Tío Frasquito» y se termina frente al «Cafetero». Durante estos años, el contrabando se lleva bien en las mantas, o bien a lomos de caballerías; a principios de los años treinta, se incorpora a la comitiva el camión de Cantos «El de la cal». En el año 1936, la llegada de la guerra civil hace que los festejos se interrumpan durante tres años.
  • 2ª etapa: 1939-1942: Una vez acabada la confrontación civil, con la celebración de ¡as fiestas se retoma la representación del contrabando. La directiva toma la decisión de nombrar un nuevo parlamentario. La elección recae en Francisco Navarro Poveda, el hijo de «El chocolatero», que se hará cargo del papel durante sólo dos años: 1939 y 1940.
  •  3ª etapa: 1948-1950: Con motivo de la celebración del 25° aniversario de nuestra comparsa, se retoma el acto del contrabando. En esta ocasión (1948 y 1949) los oponentes serán los miembros de la comparsa de Americanos: de esta época son las cuar­tillas encontradas en 1988, en las que están redactadas las intervenciones de los centinelas y sólo el último verso de la intervención del parlamentario contrabandista. Su contenido nos hizo sospechar que los versos que conocíamos, y que estaban fechados en 1973, habían sufrido variaciones, ya que no concordaban con los encontrados. En 1950 se vuelve a realizar el parlamento con la comparsa de Piratas. En 1951 ya no se representa y se pierde de nuevo.
  •   4ª etapa: 1973-1983: En el año 1973 nuestra comparsa se dispone a celebrar su 50° aniversario. Con este motivo se propone la recuperación de este acto. Pero ya son muchos los años pasados y se han perdido todos los documentos o se desconoce su paradero. La comisión formada al respecto contacta con Regino Ugeda «El vinatero», última persona que, en las ya lejanas fiestas de 1950, lo representó por última vez. Al no contar con textos, se recurre a su memoria y a la de su hermana Isabel, y así se recuperan.

Hoy sabemos que la memoria les traicionó y, por ello, algunos ver­sos se pierden, y otros se trastocan, apareciendo en otro momento del relato. No obstante, en esencia, el acto y su contenido no que­dan desvirtuados, ni mucho menos. Consideramos que fue muy meritoria la labor, dada la carencia absoluta de referencias escritas.

En esta ocasión se cuenta de nuevo con la colaboración de los Ma­rineros que, una vez más, renacen de sus cenizas con la nueva denominación de comparsa de Marinos corsarios. Desde 1973 y hasta 1982, la representación pasa a realizarse el día 6 a las 7:30 de la tarde. Se conserva el lugar de arranque, el «Tío Frasquito». La aduana pasa al bar «La casica», y el final se varía: se termina unas veces en «El agrí­cola», y otras se dan varias vueltas al Paseo de Chapí. Desde 1979 y hasta 1983, se finalizará en las in­mediaciones del Mercado Central (Plaza El rollo).

  •  5ª etapa: desde 1988 a nuestros días: Escribe Cristóbal Collado: «…La tarde del 7 de septiembre de 1988, y a las 5:30, se pone en marcha la nueva etapa del Contrabando. Entonces ocurre algo que me liga todavía más a este acto: la representación la debían realizar Regino Ugeda, en el papel de capitán contrabandista, y José Garrido, como centinela; pero se presentó Pepe con la voz totalmente rota por un enfriamiento y no pudo decir palabra. Este hecho me obligaría a tomar el papel del guión y llevar a cabo la representación…, y hasta ahora. (He de decir que también en esta ocasión hicieron acto de presencia miembros de la comparsa de Corsarios con intención de retomar el acto, cosa que no se les permitió.)».

 

Para garantizar el futuro de este acto, un grupo de contrabandistas forman en 1993 el colectivo La navaja, que se compromete a organizar y representar el acto en adelante. Cuando acometimos la responsabilidad de recuperar el acto del Contrabando enseguida nos dimos cuenta de que debíamos ha­cerlo desde una nueva perspectiva:

  • Primero: Debía ser éste un acto no subvencionado. En las anteriores etapas la comparsa corría con los gastos de lo que se tiraba y sólo a unos pocos se les autorizaba a subir al camión y, desde allí tirar, lo que hubiera. Esto, de alguna manera, fomentaba el desinterés del resto de los miembros de la comparsa, que se desinhibían del acto y, en ocasiones, era difícil encontrar gente que quisiera formar cadena alrededor del camión.
  •  Segundo: quien quisiera participar debería correr con los gastos de aquello que le apeteciera tirar, con libertad absoluta para ello.
  • Tercero: Al terminar el acto se montaría una fiesta con suficiente atractivo como para llamar a la participación del mayor número de socios.

Las anteriores premisas han ido dando su fruto. De forma tímida en un principio, pero la creciente fuerza que año tras año va to­mando este acto nos lleva a unos momentos en los que se han so­brepasado los niveles de aceptación que en los momentos más opti­mistas nos propusimos. A pesar del éxito creciente, no hemos que­rido aceptar que lo conseguido es suficiente.

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